Investigadores del Instituto Leloir concretaron un nuevo avance hacia la comprensión de las causas de la enfermedad de Alzheimer. Ya se sabía que, en el cerebro de las personas que la padecen, se acumula una proteína llamada beta-amiloide, que podría ser neurotóxica; el organismo cuenta con una enzima benéfica, que destruye esa proteína pero, a veces, esa sustancia benéfica está ausente. Los científicos –pertenecientes al Conicet y a la UBA– descubrieron qué mecanismos hacen que la enzima se active o se inactive, y encontraron que son similares a los que rigen el funcionamiento de unos órganos intracelulares, las mitocondrias, que suministran energía a la célula. Una sustancia contenida en los vegetales de hojas verdes podría ayudar a la recuperación de esa enzima positiva. La investigación se realizó in vitro y la próxima fase será el trabajo con animales de laboratorio. Las causas de la enfermedad de Alzheimer todavía no se conocen con precisión, y no hay medicamentos que la curen, pero sí formas de vida saludables para retrasar el deterioro. Además, un especialista advirtió contra la “alzheimerización”, un temor exagerado a esta enfermedad, que lleva a interpretar cualquier olvido banal como si fuera un síntoma.
El trabajo, publicado en The Journal of Biological Chemistry, fue desarrollado por María Leal, Sergio Villordo, Cristina Marino Buslje, Eduardo Castaño y Laura Morelli (del Conicet), y Natalia Magnani y Pablo Evelson (de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA); se realizó en el laboratorio dirigido por Castaño en el Instituto Leloir.
Según explicó Laura Morelli, “ya antes de nuestro estudio se sabía que la proteína beta-amiloide se acumula en las neuronas, incluyendo las mitocondrias, cuya función afectan”; las mitocondrias son pequeñísimos dispositivos que, en el interior de las células, suministran la energía que les permite vivir. “También se sabía que la enzima IDE (sigla en inglés de ‘enzima degradadora de la insulina’) tiene además la función de destruir la proteína beta-amiloide: limpiar, por así decirlo, el interior de la neurona. Lo que se desconocía eran los mecanismos que ‘prenden’ o ‘apagan’ la expresión de esta enzima dentro de la mitocondria.”
Entonces tenemos una proteína que se acumula en las células y podría ser causante del Alzheimer; hay una enzima benéfica que la destruye, pero que para actuar, para “expresarse”, necesita que se lo ordenen, que la “prendan”. “En este estudio –continuó Morelli– descubrimos los mecanismos que prenden y apagan la expresión de esa enzima y advertimos que son los mismos que determinan el funcionamiento mismo de la mitocondria.” Es decir: ese mismo proceso benéfico que elimina la proteína beta-amiloide, también hace que funcione bien el motorcito energético de la célula: la mitocondria.
Esto les permitió pasar a un nivel que podría llegar a tener utilidad clínica directa. “Empleamos una sustancia llamada PQQ, que está presente en los vegetales de hojas verdes como la espinaca, el perejil, el repollo, incluso el pimiento verde, y en productos habituales en la dieta japonesa como el tofu, la soja y el té verde. Recientemente se describió que el PQQ ayuda a que las mitocondrias funcionen mejor: encontramos que también ayuda a la expresión de la enzima que controla la proteína beta-amiloide.”
Todo esto se hizo en tubos de ensayo: “Nuestro siguiente paso será pasar a un modelo in vivo, utilizando ratas transgénicas preparadas para que reproduzcan la enfermedad de Alzheimer”.
Osvaldo Genovese, titular del sector de Neurología Cognitiva de la división Neurología del Hospital Ramos Mejía, comentó que el estudio del Instituto Leloir “se enmarca en recientes trabajos que vinculan la enfermedad de Alzheimer y otras demencias con lesiones en las mitocondrias”.
De todos modos, advirtió Genovese, “no se sabe cuál es la causa de la enfermedad de Alzheimer; una de las hipótesis es que el depósito de la proteína beta-amiloide produce reacciones que conducen a la muerte neuronal y la aparición de los síntomas; ese depósito comenzaría 15 o 20 años antes de que aparezcan los síntomas. A partir de esta hipótesis se desarrollaron fármacos, como vacunas o anticuerpos monoclonales: algunos no demostraron la eficacia que se esperaba, otros están en estudio y en todo caso faltan datos que demuestren su eficacia”.
“Lo que sí está demostrado –puntualizó Genovese– es la posibilidad de retrasar el deterioro cognitivo en los pacientes que ya lo tienen, y, también en el envejecimiento normal, optimizar la función cognitiva. Esto se logra con varias medidas: controlar la hipertensión arterial; controlar la diabetes, si la hay; tratar la depresión, ya que, cuando se la trata, suele mejorar la función cognitiva; evitar el tabaquismo y el sedentarismo, caminar varias veces por semana, prevenir la obesidad, mantener una dieta rica en vegetales y pobre en grasas animales. Y estimular la función cognitiva: leer, hacer juegos de ingenio, hobbies, mantener la actividad social y no aislarse. Y, en lo posible, trabajar: es común que la persona, al jubilarse, decaiga cognitivamente, al perder la estimulación cognitiva y social de la actividad cotidiana.”
OLVIDO BENIGNO NO ES ALZHEIMER
“Hay que ‘bajar un cambio’ y parar un poco con lo que podría llamarse ‘alzheimerización’, ese temor exagerado que se ha difundido al punto de que viene gente de 40 años a consultar porque se olvidó la llave”, advirtió Osvaldo Genovese, responsable del sector de Neurología Cognitiva del hospital Ramos Mejía.
“Hay que admitir que, con la edad, muchas funciones se deterioran: uno ya no oye tan bien como antes, la vista ya no es la misma, y la memoria tampoco. Se hacen más frecuentes los que solían llamarse ‘olvidos benignos’: uno no puede acordarse de un nombre, o no recuerda cómo estaba vestida tal persona en una reunión aunque recuerda que estaba allí; son olvidos que sólo uno advierte”, explicó el especialista.
“Un poco más allá va el deterioro cognitivo leve, que sí es advertido por la persona conviviente: ‘Tengo que preguntarle dos veces lo mismo…’. Algunos de estos casos evolucionan hacia demencias como el Alzheimer: sólo algunos, pero merecen ser controlados y recibir mucha estimulación cognitiva.”
Genovese precisó que “para diagnosticar la enfermedad de Alzheimer se integran diversos elementos: los antecedentes, el examen clínico neurológico, estudios de imágenes, estudios de laboratorio y evaluación neuropsicológica. Y el diagnóstico siempre es sólo probable, ya que el diagnóstico definitivo sólo podría hacerse mediante autopsia”.